miércoles, 28 de julio de 2010

Un libro

Seguramente debo a las marchas forzadas de mi cerebro en estos días, a lo poco que descanso por las noches y a una reciente plática con Rechy Tenenbaum un sueño que podría conformar la trama de un cuento futuro.

En el sueño se suponía la existencia de un libro que era una especie de divinidad, o que compartía algunos de sus atributos (ubicuidad, omnisciencia). Una vez que se accedía al conocimiento de ese libro (de una manera extraña, oculta), era imposible dejar de leerlo. Abrir cualquier otro libro era abrir ese mismo, aumentar el conocimiento de ese libro, su entramado. No es que continuara una única y misma historia --lo que sería, si acaso, espantoso o ridículo-- sino que al leer, por ejemplo, el Ulises de Joyce, el cerebro o algo superior al cerebro trazaban los caminos que hacían que el texto de Joyce se añadiera a la historia y la trama de aquel libro imposible. Que al leer "Imponente, el rollizo Buck Mulligan apareció en lo alto de la escalera" se estuviese leyendo parte de ese libro. O al leer a Kafka, Homero o cualquier otro. Y lo mismo al escuchar con nostalgia una vieja canción en la radio o al mirar las noticias en el televisor. Supongo que ese libro sería un símbolo del universo o, por lo menos, de la vida, que es la manera en que cada quien percibe al universo.

Tal vez no llegue a escribir este cuento; tal vez lo abandone antes de comenzarlo por su similitud con “El Zahir” o con The Matrix.

martes, 27 de julio de 2010

Irlandeses ganadores del Nobel de literatura

1. William Butler Yeats, 1923
2. George Bernard Shaw, 1925
3. Samuel Beckett, 1969
4. Seamus Heaney, 1995

jueves, 22 de julio de 2010

Otra de funerales

(diálogo entre dos académicos cuarentones un jueves cualquiera)

Armando (A) - Me dijo: "Como se sabe, en estos días los hombres de su edad, esto es, los andropáusicos, mueren a mansalva".
Ernesto (E) - Vaya. Nunca había ponderado a la ironía como una de las virtudes expresivas de tu sobrina.
A - No, no. Lo decía en serio. Es muy bruta.
E - Lo habría dicho con éxito en el funeral; se lo repetía a todo el mundo y todo el mundo asentiría, apesadumbrado.
A - Al parecer, Rodrigo, quien se ofreció a estar en la entrada a la casa de velación y explicar lo sucedido a quienes no alcanzáramos a telefonear, entró al baño en el momento preciso de la llegada de ella, y no se dio cuenta de que estaba dentro sino hasta casi una hora más tarde.
E - Pero, vamos, algo raro debió haber notado Margarita al no ver a ninguno de tus amigos, que conoce de las reuniones o, peor, a tus parientes, que son también los suyos.
A - Insisto: es estúpida.
E - Fue amable y concienzudo de tu parte enviar a alguien en tu lugar. Ahorraste al mundo más de un infarto.
A - Lo decidimos tras hacer las llamadas. En las que me tocó hacer, varios reaccionaron con susto o excesiva sorpresa. No imagino el terror de llegar a un funeral y encontrarse a la entrada con el supuesto muerto.
E - Sin duda hubiera sido considerado de mal gusto.
A - Muchos se enojaron, como si hubiera sido mi culpa, ¿te imaginas? Como si yo les hubiese gastado una broma. Habrá sido engorroso para ellos levantarse temprano en la mañana y vestirse de modo más o menos decente para el entierro.
E - Según he visto, otros tantos quedaron, más bien, decepcionados.
A - Estarían ya preparando sendos farragosos panegíricos. Les dije que no se desanimaran, que ya llegaría el momento.
E - Vi tu desplegado à la Twain hoy en la mañana. Me causó gracia, por supuesto.
A - Compramos varios en los periódicos de ayer en la tarde y de la mañana de hoy, y llamamos a las emisoras de radio y televisión que habían dado la noticia.
E - Parece ridículo que con las tantas facilidades de nuestros días no hayan hecho por contactarte o contactar a tus allegados.
A - ¡Pero lo hicieron! No sé bien cómo o por qué, consiguieron el teléfono de Margarita y ella lo confirmó todo. Escuché su voz llorosa en varios noticiarios. Parece que incluso vendió un par de entrevistas exclusivas y prometió unas fotos del funeral.
E - Vaya. Se le cayó el negocio, entonces.
A - Quiso llevarles las fotos del funeral en que estuvo. Para entonces, ya todos sabían que yo no iba en el avión e intentaron hacer que devolviera el dinero. Ahora mismo ella consulta con un abogado la estrategia para llevar el caso a los tribunales.
E - ¿El caso? ¿Cuál caso? ¡Estás vivo! No hay caso.
A - Todos se lo dijimos. Ella insiste en que el abogado le dijo que era ganable.
E - Será un tiburón con título. Le saldrá todo mucho más caro de lo que le pagaron en principio. Y, para todo esto, ¿cuánto fue?
A - No sabemos; no ha querido decirlo. Ni siquiera a mí. Carajo, creo tener el derecho de saber cuánto pagan por la exclusiva de mi muerte, por las fotos de mi funeral.
E - En todo caso, por lo menos podría ayudar con las cuentas del propio funeral.
A - Negocio redondo.

jueves, 1 de julio de 2010

escritura, escribición

En algún momento de mi vida me sentí muy cómodo al escribir ensayos. La exposición de ideas se daba de manera natural al tiempo mismo de la redacción; la forma misma del texto terminaba por completar mis ideas, ofrecerme posibilidades y definir la más adecuada para continuar; podría decirse, para efectos prácticos, que me la dictaba.

De un tiempo acá, me quedo estancado en el punto exacto anterior a la definición. No sé exactamente cómo, pero cerebro se cicla y las muchas líneas que marcan las posibilidades del texto se entrecruzan y enredan, entro en una especie de pánico y escapo a la realidad, con sus compras, sus limpiezas y su mundial de futbol; a la redacción de minificciones, a ayudar a otras personas con sus textos [pues no tengo problema alguno en textos de creación ni tampoco --y esto resulta francamente doloroso-- en textos meramente informativos o burocráticos (informes, cartas, notas periodísticas)... Y en esa consecuencia inesperada y desagradable terminaron los tres años en la SEV], a lectura de noticias y de blogs, al facebook, a la nada.

La improductividad resultante en cuestiones académicas ha terminado por ser aterradora y el claro perjuicio que esto provoca en la redacción de mi tesis es más que palpable a estas alturas. Y aunque resulte en buena medida grosero y tonto, esto que les cuento (si es que alguien vuelve acá algún día) apenas lo he pensado ahora, tras intentar en varias ocasiones, para un curso que he tomado recientemente, abordar la redacción de un ensayo breve sobre un texto que, además, he disfrutado mucho.

Me dispongo a hacer un último intento. Pronto, el resultado.